DEJAR HUELLA
Hace más de 40.000 años un neandertal decidió manchar su mano con sangre y apretarla contra la pared de su propia cueva.
Esa mano en la pared iba a durar más que él y toda su estirpe, era una señal de que había pasado por allí y de alguna manera le permitiría seguir allí para siempre.
En ese momento se introdujo un nuevo concepto en la mente humana: dejar huella.
Desde entonces, el humano ha vivido obsesionado con esta idea, adaptándola al arte, la política o a la propia vida privada.
Hay miles de maneras de dejar huella: voluntarias e involuntarias, lamentables o extraordinarias, efímeras o infinitas, crueles o bondadosas…
La cuestión es hacerlo, ya sea pintando tu mano, clavando una bandera en otro planeta o graffiteando en tu barrio.
Hay tiempo, tenemos años y años, pero nunca podremos saber si mañana será nuestra última oportunidad.
El ruido que hace uno solo suele acabar convirtiéndose en silencio rápidamente, mientras que los ruidos de un movimiento sólido se convierten en ecos que pueden resonar durante siglos.
A partir de esta idea nace el movimiento.
Mientras podamos, queremos dejar huella; decir lo que pensamos y crear algo; aportar, no quedarnos callados en la oscuridad observando. Una huella que no dependa de nosotros, que se mueva y se transforme con su propia gravedad.
Una marca, una idea, una huella, un movimiento.
Been Here. It’s a movement.